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TEOFILO
El 22 de abril de 2013 falleció en Vitoria el azueluco Teófilo Díaz de Cerio Lacalle a los 71 años de edad.
Teófilo, el de Vitoriano, tras dejar la escuela ayudó a su padre en el campo hasta que, ya mozalbete, emigró a Vitoria en busca de un puesto de trabajo en la fábrica para labrarse un porvenir y allí estuvo trabajando hasta su jubilación. En Vitoria se casó con Trini, una moza de Kripán, y tuvieron cinco hijos, Raúl, Eduardo, Noemí, Esther y Aitor.
Teófilo , como él decía, era un hombre de campo, siempre afirmaba que en el campo era más feliz que en la fábrica. En Azuelo recordamos una anécdota de él que la conocemos por las “cosas de Teófilo”. Era verano, Teófilo subió a la Sierra con las vacas y el carro a por un viaje de mies para trillar. De vuelta de la Sierra con el carro cargado le dio vuelta antes de llegar a las Revueltas. Teófilo tuvo que soltar las vacas del carro y descargarlo para levantar el carro y volver a cargarlo de nuevo; en estas labores estaba cuando llegó José el de Ibarra con su carro cargado y al ver a Teófilo con el carro volcado le dijo: “Esto son cosas que pasan”. A los pocos días el lance fue al revés, esta vez el que dio vuelta fue José y coincidió que llegó Teófilo con su carro y al ver a José en la situación que estaba le dijo: “José, esto son cosas que pasan”.
Tan bien se encontraba Teófilo en el campo que cuando se jubiló plantó en Azuelo un par de fincas con olivos que el cuidaba con mucho mimo donde mataba el gusanillo de labrador que siempre llevó dentro de sí. Él nos decía que si no cogía las olivas ya las cogerían los hijos o los nietos, que los olivos duran más de cien años, mucho más que nosotros.
Se hizo socio de nuestra asociación, él también quería ser partícipe de todo lo que se hacía en Azuelo, acudía a las excursiones y al Día de Nuestros Mayores. Nuestra Asociación lo homenajeó el año 2008 como agricultor de Azuelo entregándole un par de espigas de trigo de vidrio en recuerdo de los sudores que había dejado en el terruño de Azuelo cuando todas las labores del campo se tenían que hacer a mano.
Teófilo se ha ido, su familia lo echará en falta y añorará su presencia, el tiempo pasará y su recuerdo se irá difuminando, pero en Azuelo siempre lo tendremos de referencia cuando haya que ubicar un término como ha quedado para siempre “el olivar de Teófilo”.
Desde aquí queremos enviar a su esposa, hijos, nietos y demás familiares nuestro sentimiento de pésame por este deceso que hoy les aflige y que tanto tiempo tardarán en olvidar, al igual que ellos, nosotros siempre lo tendremos presente cuando estemos entre olivos, su última pasión de labrador.