Azuelo

Historia de Azuelo

Fazuelo en arcaico con significación perdida. No llegan a cien hoy, en día sus almas moradoras en un caserío compacto al pie mismo de la montaña azul, mágica, silenciosa de Yoar.

En las peñas desnudas, solitarias, crían los pájaros carroñeros, los buitres lentos, las águilas perseguidoras de la perdiz y la paloma de paso. Hay caza de pelo y de pluma, y todavía husmea olfateador el jabalí. Sus alrededores fueron boscosos, sombríos, y la encina txara el roble y el boj tuvieron raíz allí. Era cuando hubo telares caseros y se hablaba a la luz de candil, y se daba bien el lino y el cáñamo en las orillas frescas de esa poco agua que por aquí trae el Linares. Había también bueyes arrastrando carretas cargadas de ruido. Y un molino harinero que descansaba por el verano y una vieja y entrañable carpintería, la de Aristimuño, con herramientas toscas, hermosas, colgadas, fruto de invención de un largo sueño. Aldea fortín con asiento en Cortes de Navarra cuando la Edad Media, con armas y retén y en la vieja hostilidad que desde antiguo nos desangra se puso de parte de Agramot, defensor del Reino.

Azuelo
Azuelo

Pero ante todo, sobre todo y después de todo, Azuelo, además de su dulce, tierno, olor a caliente establo, tiene el vestigio, que la incuria no ha devastado, del monasterio de San Jorge. Un sitio recuperado prodigiosamente para los hombres y para Dios que seguro reside aquí. Se alzó cuando los moros subían a tronadores, fue refugio de gentes importantes que huían trayéndose a los criados, la moneda y la plata, y las reliquias santas que los cuidaban del daño, el mal y el perjuicio. Tuvo más reliquias que Leire, y aun hoy todavía guarda devotamente en urnas de cristal, forros de terciopelo y cerraduras de plata la cabeza de San Jorge, un brazo de plata ( datado ya en 1509 ) de San Gregorio el Ostiense, el dedo de Santa Engracia y pequeñitos pedazos carnales convertidos en sombras secas de San Aquileo, San Eulogio, San Félix y San Fortunato. Otras de santos más extraños y que tampoco figuran en la Leyenda Dorada, se perdieron irremisiblemente. Las que quedan obran prodigios cuando llega la ocasión de detener los estragos del granizo, el fuego o la devastación. Hay larga memoria de ello.

Monasterio San Jorge de Azuelo