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MIGUEL HIDALGO
El 19 de mayo falleció en Logroño Miguel Angel Hidalgo Martínez, natural de Lanciego (Alava), pero azueluco como pocos, a los cincuenta y siete años de edad.
Miguel se desposó con la azueluca Almudena Ochoa Lacalle y desde ese momento pasó a formar parte de nuestro pueblo hasta que ha fallecido. Se integró de tal forma en él que ha llegado a ser un azueluco de toda la vida. No tenemos duda de que él llevaría a su Lanciego muy adentro pero es que Azuelo le rebosaba por todas partes.
Su implicación con nuestro pueblo fue muy grande. Miguel ha sido socio de todas las asociaciones de Azuelo, Asociación Cultural Recreativa Santa Engracia, Asociación Cultural Monasterio de San Jorge y Asociación de Cazadores Las Dos hermanas. En las tres asociaciones ha sido un puntal sosteniéndolas e implicándose de la forma más activa y directa en todas las actividades que las asociaciones realizaban. Él era el primero que se prestaba a colaborar con lo que en su mano tenía o a través de sus contactos podía conseguir; sus herramientas, sus vehículos, su empresa siempre estaban dispuestos para las asociaciones y, por supuesto siempre él, siempre su persona generosa dispuesta a ayudar y colaborar en todo; lo hacía de tal forma que parecía disfrutar con ello.
Disfrutaba tanto de Azuelo que restauró la casa de los abuelos de su mujer, Faustino y Lucía, en la calle de La Ribaza para pasar en ella todo su tiempo libre, fines de semana y veranos.
Durante los años en que la Asociación Santa Engracia se dedicó a restaurar y embellecer Azuelo y su entorno fue el soporte de todo el trabajo técnico, buscando y aportando soluciones a los problemas que en estas obras surgían. Además del tiempo que dedicaba también aportaba todo tipo de materiales que cuando se le iban a abonar, siempre decía que no valían nada. Gracias, Miguel.
Le apasionaba la caza, era un gran aficionado que cuidaba a sus perros como si fuesen de la familia; no se perdía ninguna de las cacerías que la asociación de cazadores programaba, porque como él decía “lo mejor de la caza es el almuerzo y la tertulia con los amigos”.
Miguel, que durante toda la semana se dedicaba con su empresa a colocar conducciones de aire acondicionado y aislamientos, se desfogaba los fines de semana en Azuelo con su tractorcillo cuidando los frutales o arreglando las huertas. Lo hacía con tanto interés y esmero que parecía que su profesión era la de agricultor. Era un gran conocedor del campo y muy entendido en vinos y aceite.
Lo que Miguel ha aportado a Azuelo lo saben muy bien aquellos que han estado día a día, codo con codo trabajando con él para mejorarlo. Unas mejoras de las que no sólo disfrutamos los del pueblo, sino también esos cientos de personas que lo visitan a lo largo del año.
Miguel nos ha dejado cuando aún veía lejos la jubilación, cuando sus proyectos de empresa aún no se habían realizado todos, cuando aún le quedaban unos años de vitalidad en su madurez profesional, cuando su hija, Leire, hacía sus primeros escarceos para volar del nido, cuando le quedaban muchas jornadas de caza y muchos almuerzos y meriendas que compartir con sus amigos de Azuelo y de Lanciego, cuando aún era joven y le faltaba mucho para llegar a esa media de esperanza de vida que todos queremos cumplir. Vida que no la truncado un cáncer o un accidente, lo normal de hoy en día, sino que han sido sus riñones quienes han fallado y se lo han llevado.
Sí, sus riñones se lo han llevado, pero lo que no se van a poder llevar va a ser la huella que Miguel nos ha dejado en Azuelo. Son tantos los rincones en los que ha dejado su impronta que allí donde quiera que vayamos estará Miguel presente; en algunos de estos rincones la veremos al acercarnos como son los letreros de la Choza de los Pastores, El Corral de Ganuza y la Ludoteca, por poner unos ejemplos.
Dice el refrán “que de bien nacidos es ser agradecidos”. Tenemos mucho que agradecer a Miguel, pero de lo que más tenemos que agradecerle es de habernos tenido en su círculo de amigos. Es muy difícil encontrar un amigo como Miguel.
Desde aquí les enviamos un abrazo a su esposa, Almudena y a su hija Leire y les damos ánimo para seguir adelante tras la falta de Miguel, porque estamos seguros de que si nosotros lo vamos a tener presente durante años, ellas lo van a tener durante toda su vida, día a día. Abrazo que hacemos extensivo a sus familiares más allegados de Azuelo. Puy y Albino, José Mª y Montse, Ascen, Raúl y Valvanera, Olga y Ricardo. A ellos y a los demás familiares, que quizás no conozcamos tanto, también les hacemos partícipes de nuestras condolencias por esta más que sensible pérdida de nuestro querido e inolvidable amigo Miguel.