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MARCELINA CRESPO GARCIA
El día 26 de enero de 2021 falleció en Azuelo Marcelina Crespo García a los 96 años de edad.
Marcelina, hija de Valeriano e Inocencia, ha sido una de las pocas personas que quedan en Azuelo pertenecientes a una generación forjada desde su infancia en el duro yunque de la vida rural golpeada por el martillo del campo que no le ha abandonado en toda su vida.
Marcelina ha sido una mujer de hierro, quizás más fuerte aún, de acero. Atendía la casa, a su marido enfermo, a sus hijos, al campo en lo que podía, a los animales… Tras una infancia y una juventud feliz entre el campo, la huerta, los animales domésticos y las labores de la casa se desposó con el azueluco Rufino Díaz de Cerio Yániz. Este matrimonio tuvo cuatro hijos, Isabel, Pablo, Ignacio y José Antonio.
Marcelina y Rufino, un matrimonio más de labradores de las que entonces abundaban en Azuelo, se dedicaron a cultivar la tierra y con su esfuerzo y su trabajo construyeron una casa nueva a la entrada del pueblo, junto al Granero, que por su altura y sus fachadas de piedra llama la atención a todo el que por primera vez llega a nuestro pueblo. Mas a los pocos años de casados y cuando sus hijos aún estaban en edad escolar, Rufino enfermó; la enfermedad fue larga y lo postró en casa hasta que falleció.
Marcelina enviudó y con mucho trabajo y dedicación sacó a sus hijos adelante, siendo ellos mismos los que con poca edad arrimaban el hombro a las labores del campo y al cuidado del ganado. En los últimos años de su vida Marcelina recibió el agradecimiento de sus hijos cuidándola hasta el último día en su casa de Azuelo.
Los hijos de Marcelina, como los hijos de todos los de su generación, emigraron a la ciudad en busca de un medio de vida más suave y fructífero que el que les ofrecía el campo en Azuelo. Marcelina no emigró y ha permanecido en el pueblo hasta su fallecimiento. Ella cultivaba su huerta y cuidaba sus flores y frutales. Su paseo diario, a veces por la mañana y por la tarde, era hasta su huerta del Cerrado. Portaba siempre un cunachillo que al regreso a casa traía lleno con productos de la huerta para casa y flores para la iglesia.
Marcelina, mujer callada y prudente, trabajadora y voluntariosa, ha cundido mucho en Azuelo. Últimamente por su casa pululaban sus hijos y nietos, y hasta biznietos, dando vida a las calles del entorno de su casa con sus paseos matutinos y vespertinos. Hoy esas calles echan en falta a Marcelina. Con su fallecimiento Azuelo se ha vaciado un poco más, siendo cada vez menos, muchos menos los habitantes del pueblo.
Marcelina, mujer dispuesta a hacer un favor o colaborar con su pueblo ha sido hasta su último día socia de la Asociación Cultural Recreativa Santa Engracia y de la Asociación Cultural Monasterio de San Jorge. Ella dedicó muchísimas horas de su tiempo al cuidado de la iglesia y a atender a los visitantes que a ella se acercaban a cualquier hora del día, dejando lo que estaba haciendo iba a abrirles la puerta y contarles algunas curiosidades de la iglesia. Participaba en las actividades de la Asociación Santa Engracia, no faltando nunca a las actividades de la Sección de la Mujer ni a la Fiesta de Nuestros Mayores. Tampoco faltó a la romería de Codés en el mes de mayo y rodeada de su extensa familia con hijos, nietos, biznietos y allegados ocupaba una larga mesa a la hora del almuerzo y la comida en el Santuario. Su devoción a la Virgen de Codés le llevó a celebrar varias de sus fiestas familiares en el Santuario. La romería a San Simeón a finales de junio cuando los de Cabredo vienen a visitar a su Santo tampoco la echó en falta nunca hasta ni en aquel año que las fuertes lluvias impidieron portar el arca del Santo a su ermita a pesar del impermeable que ella misma le colocó.
Una vida de tanta entrega a su familia y a su pueblo tenía que serle agradecida y así fue como la Asociación Santa Engracia le rindió dos homenajes, uno en el año 2009 como mujer labradora de Azuelo ofreciéndole dos espigas de trigo en vidrio y otro en 2012 por su dedicación a la iglesia con una placa personalizada de mármol y bronce con la fachada del Monasterio de San Jorge.
Hoy, desde esta página de la Asociación Santa Engracia todos sus socios queremos hacer llegar nuestro más sentido pésame a sus hijos, Isabel, Pablo y Lourdes, Ignacio e Isabel, José Antonio y Lidia, nietos y demás familiares por el fallecimiento de
Marcelina a la que se tardará muchos años en olvidarla porque en el pensamiento de todos permanecerá ¡MARCELINA LA DEL CUNACHILLO!