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Laura Piérola Ortiz, “Laurita”
El día 14 de marzo de 2024 falleció la azueluca Laura Piérola Ortiz, “Laurita”, en Los Arcos –Navarra- a los 96 años de edad.
Laurita era de Viana pero desde muy joven llegó a Azuelo a casa de unos parientes, Benito y Bernabea que no tuvieron hijos, quedándose a vivir con ellos. En sus andanzas juveniles por Azuelo se enamoró de un joven azueluco con el que se desposó, Salvador Crespo Chasco. Este matrimonio tuvo tres hijos, Sabina, Elena y Salvador (Salva). De los tres hijos solamente vive Sabina.
Laurita fue una de aquellas mujeres de la generación de hierro que hubo en Azuelo. Mujer de labrador que además de ocuparse de los quehaceres de la casa, de atender a los mayores, de ocuparse de la huerta familiar y de los animales domésticos, cabras, cerdos, gallinas y conejos ayudaba al marido en muchas y fuertes labores del campo. Dos eran las épocas en que estas mujeres ayudaban mucho en el campo, una en primavera cuando cuadrillas de mujeres y mozas alegraban los campos de Azuelo cortando cardos y mayas, cuadrillas que para la últimas horas de la tarde eran reforzadas con los niños cuando salían de la escuela. La otra época era el verano. La siega y la trilla eran las ápocas más duras del año para los labradores y labradoras de Azuelo. Las jornadas eran muy largas desde antes del amanecer hasta final del atardecer aguantando los fuertes calores con la hoz en la mano en el campo o manejando la mies en la era. Estas mujeres también eran coquetas y para ir a la moda, entonces se imponía la tez blanca, se vestían con largas faldas, que años más tarde empezaron a cambiar por pantalones, para protegerse las piernas del sol y de los rastrojos, sus brazos se cubrían con manguitos, la cara se cubría, todo lo que se podía, con un amplio pañuelo y su cabeza la cubrían con un amplio sombrero de paja.
El año 2009, Laurita como todas las mujeres labradoras que aún quedaban en el pueblo, fue homenajeada por la Asociación Santa Engracia, de la que era socia, el Día de la Mujer de Azuelo entregándole dos espigas de trigo en vidrio. Mientras su salud se lo permitió acudía a las actividades dela Asociación. Aguantó en su casa del pueblo todo el tiempo que pudo hasta que se recluyó en la residencia de Los Arcos. Sufrió viendo fallecer a dos de sus hijos, Elena y Salva. Le tocó vivir una vida muy dura, como lo era entonces para todos los que vivían en Azuelo, mucho, mucho trabajo para subsistir.
Salvador y Laurita emigraron de Azuelo a principios de los setenta, como la mayoría de los del pueblo para huir de la economía de subsistencia, llegando a una hacienda cerca de Bilbao donde fueron contratados como “guardeses” encontrándose con la sociedad del bienestar que disfrutaron hasta su jubilación cuando regresaron al pueblo.
La Asociación Santa Engracia y todos sus socios sienten el fallecimiento de Laurita y presentan sus condolencias a su hija Sabina, su nuera Maite, sus nietos y demás familiares. Para todos ellos un abrazo.