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FELIX EL DEL ALGUACIL

“¡Qué injusta es la vida y difícil de comprender en ciertos momentos!” Alberto Contador. (Ciclista)               El día 26 de mayo de 2.011…
26 Mayo, 2011

“¡Qué injusta es la vida y difícil de comprender en ciertos momentos!” Alberto Contador. (Ciclista)

El día 26 de mayo de 2.011 falleció en Vitoria a los 67 años Félix García Ganuza, hijo de Benardino “El Alguacil” y Felisa

 Félix fue un chiquillo espabilado que veía crecer la hierba y que en la escuela era el incordio de la maestra porque cuando ella aún no había terminado de hacer una pregunta él ya le respondía sin dar opción a que ningún otro de los cincuenta y muchos “moetes y moetas” que Dª Paca tenía que soportar contestase antes que él. Terminó la escuela, y como otros muchos mozalbetes de Azuelo, tuvo que cursar la “carrera del campo”; las circunstancias sociales y económicas de entonces así lo requerían. Era el único chico entre cinco hermanos y por lo tanto el destinado a continuar con la hacienda paterna. A fe que cursó bien esta carrera; lo mismo le daba manejar la yugada de vacas que conducir el “Super Ebro” o el “Barreiros”. Con el manejo de los tractores se dio cuenta de que lo suyo no era el campo sino las máquinas y los motores. Manejaba el calendario agrícola mejor que cualquier otro labrador de Azuelo y las labores del campo no tenían ningún secreto para él, ni tan siquiera la delicada poda de los frutales o las viñas.

Salió de Azuelo para hacer el servicio militar, la “mili”, y a su regreso abandonó el campo del pueblo y se fue a la ciudad en busca de sus máquinas y motores. Así fue como el espabilado mocete convertido en todo un buen mozo llegó a San Sebastián e ingresó en la Cooperativa Orona de Hernani dedicada a fabricar ascensores, montacargas, escaleras mecánicas, rampas y todo tipo de artilugios destinados a facilitar el transporte de personas en la supresión de barreras arquitectónicas.

 El mozo se casó con una moza de Azuelo, Pili Aristimuño Crespo, la hija de Paco “El Carpintero” y Fani,  y tuvieron dos hijas, Patricia y Laura.

Félix era aficionado a la bicicleta; de joven salía los domingos por la mañana con su cuadrilla de Azuelo a recorrer las carreteras de Tierra Estella.

Félix realizó en Orona su verdadera carrera; con su capacidad y su amor propio por superarse en el trabajo pronto logró dominar todos los secretos de la mecánica, paneles eléctricos y electrónicos de los ascensores. Comenzó de peón, llegó a oficial montador y terminó en Vitoria siendo el responsable del montaje y matenimiento de todos los aparatos que Orona allí instalaba hasta que se jubiló.

Antes de jubilarse, Félix ya preparaba su regreso al pueblo y se construyó una casa nueva. El nunca se consideró  un “desertor del arado”, sino que fue el arado de las fincas en pendientes laderas de Azuelo quien le obligó a marcharse del pueblo ya que la mecanización del campo con la llegada de los tractores hizo inviable el continuar cultivando la mayoría de sus campos. A él le gustaba el campo, lo había mamado de niño y en su juventud le había cogido mucho cariño. Nuestra Asociación le rindió un homenaje el año 2.008 como labrador jubilado.

Con la jubilación, Félix regresó a Azuelo, se compró un tractor con todos sus aperos y una “C15”, su “burra” para ir al regadío, como tenían los abuelos de antaño en el pueblo. Su tiempo lo distribuía entre Vitoria y Azuelo, allí Pili, la mujer, y Patricia y Laura, las hijas, lo reclamaban, aquí eran la huerta y los frutales.

Cuando Pili se jubiló y las mozas se independizaron, Félix se sintió feliz. Por fin podía estar en Azuelo todo el tiempo que quisiera. Aquí pasaba largas temporadas preparando la tierra para poner la planta de la huerta, podando y tratando los frutales, recogiendo la “cosecha” ¡Qué buenas hortalizas, cerezas y manzanas cultivaba!, Era servicial y siempre dispuesto a hacer labores con su tractor a aquellos otros jubilados, que como él regresaban al pueblo. Quizás el día más feliz de Félix en Azuelo fue cuando llevó del brazo hasta el Monasterio a su hija Patricia el día de la boda de ésta.

Todo terminó de repente, de un día para otro, como si se tratase de un fatal accidente, pero no; fue una traicionera enfermedad de esas que todos conocemos en estos “tiempos modernos” quien se lo llevó por delante como si un “miura”  lo hubiese barrido en uno de los encierros de San Fermín.

Félix no era un azueluco más, Félix era uno de ese grupo de azuelucos que hacen que Azuelo aún siga vivo, ese grupo que estando lejos de Azuelo vienen a nuestro pueblo todos los fines de semana y en vacaciones, abren las puertas de sus casas, transitan por sus calles, cultivan las huertas, recorren el Monte y la Sierra, organizan y participan en las actividades de la Asociación. Félix quería a su pueblo, colaboró con el grupo de voluntariado de la Asociación en la restauración del patrimonio etnográfico de Azuelo como el corral que perteneció a su familia habilitado para refugio de senderistas, el Corral de Ganuza. Con la pérdida de Félix se pierde un poco más de Azuelo. Cada vez somos menos en el pueblo, la renovación generacional no llega. ¡Ojalá la puerta de su casa, aunque él no esté, se siga abriendo como hasta ahora!

Ya no podremos escuchar sus rancheras cuando celebremos alguna fiesta como en el Día de Nuestros Mayores, ni podremos tomar una cerveza con él sentados a la sombra en la era de su casa admirando nuestra Peña, ni tomar un vino en la sociedad, ni compartir la cena de los amigos los fines de semana en la sociedad, ni nos acompañará en las excursiones, ni lo veremos ir a Fuentes Frías a por agua, ni podremos almorzar con él en la Choza de los Pastores,  ni oiremos el  “tac, tac tac…” de su tractor, ni lo veremos echando las redes a los cerezos para que los tordos no se coman las cerezas, ni recogiendo las manzanas, ni regando la huerta, ni veremos su “burra” subir y bajar al Palomar o al Cañucal, tampoco lo veremos apearse de ella a su paso por la fuente ¡Cuántos tragos de agua se echaba al pasar por la fuente!

Félix estará siempre muy presente entre nosotros y así se lo hacemos saber a su esposa Pili, a sus hijos Patricia y Unai, y Laura, a sus hermanos Elvira, Juanita y Gonzalo, Rosa Mª y Mª Angeles, a sus sobrinos y demás familiares a quienes les acompañamos en estos días tan duros que están pasando y compartimos con ellos el dolor y la consternación que este hecho luctuoso nos ha causado a todos.

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