XVIII MERCADO DE LA BRUJERÍA EN BARGOTA
Colabora
Asociación C. R. Santa Engracia
¡¡Johannes!!, el Cura de Bargota volvió de nuevo a su pueblo para ver como iban sus parroquianos y vio que nada había cambiado, todo seguía igual a como él lo había dejado. Sí, todo seguía igual tras quinientos años desde que se fue. El mercado ebullía en sus puestos de viandas y artesanía. Las calles del pueblo se llenaban de gentes venidas de pueblos y villas vecinos y allende caminos reales y vecinales. Por plazas y calles pululaban titiriteros, gaiteros y comparsas militares sonando atronadores tambores pidiendo paso entre la muchedumbre. Las mazmorras de la Inquisición, llenas de herejes, escupían sapos y culebras que salían por las bocas de los que ocupaban los sofisticados instrumentos de tortura. Improperios a los que el populacho estaba acostumbrado, que olvidándose de los “huéspedes” de la Inquisición bailaba por las calles al son de los gaiteros y entraba a los zaguanes de las casas a degustar los caldos de las viñas de los vecinos, el arrope y el picadillo del cocho que les habían traído los de Azuelo.
Johannes paseaba por las calles entre la muchedumbre y con sus vecinos comentaba el akelarre de la víspera diciendo lo bien que lo habían pasado, aunque a algunos les recriminó su no asistencia. También él entraba a los zaguanes, pues no sólo bebía vino en misa; se echaba buenos tragos en la ronda que hacía por las bodegas del pueblo, diciendo que él era el catador oficial del pueblo y el que daba los certificados de calidad bajo pago del diezmo que le hacía el bodeguero y que él almacenaba en su bodega, ya que no tenía viñas y le gustaba el morapio, tanto, tanto que a veces alucinaba jugando a la brisca con el mismísimo Lucifer.
Entró Johannes en el zaguán del hidalgo Teodoro y su adorada Nieves y se llevo una gran sorpresa. Allí no sólo se ofrecía a degustar vino de las viñas de Bargota bajo la denominación de su propio nombre, “Johannes de Bargota” grabado en las botellas, sino que se ofrecía una degustación de picadillo del cocho que los de Azuelo habían sacrificado unos días antes para acudir al Mercado a vender chorizos, morcillas, costillas, panceta… que se exhibían en el zaguán junto con todos los instrumentos de la Matanza. Estuvo Johannes departiendo un buen rato con la Conrada de Azuelo que estaba al amor del fuego mientras tejía un precioso encaje de bolillos. Le día Conrada que este año la cosecha de cereal era excelente, teniendo asegurado el pan para todo el año y la de vino también prometía ser muy buena, tanto que como tenían las bodegas llenas desde el año pasado no iban a vendimiar muchas viñas y les tenían que tirar parte de la cosecha ahora en verde para que las cepas no se desgastasen.
Conrada le dijo a Johannes que los Azuelo venían a este Mercado con sus chorizos, morcillas, pancetas, costillas, picadillo…desde 2010 con todos los utensilios de la Matanza y de amasar pan para deleite de vecinos y curiosos del pueblo. Este año también habían traído gallinas y hasta un cerdo porque sin falta de peste, tanto gallinas como cerdos habían desaparecido del pueblo y los más jóvenes, que no han conocido a estos animales en casa, ahora piensan que los huevos y los jamones vienen de unos grandes bazares que hay en las ciudades.
Fijó Johannes su atención en un artefacto que no conocía, una estrecha mesa de la que colgaba un alargado embudo en el que se introducía un émbolo accionado por una palanca. Le explicó Conrada que esto era una máquina para llenar morcillas, un gran adelanto que se había traído desde la Sierra de Cameros porque ya no había que llenar las morcillas a mano; el embudo se llenaba de bodrio y en el caño del embudo se metía la tripa de cerdo para hacer la morcilla, se accionaba el émbolo con la palanca introduciéndolo en el embudo y en un ¡Jesús!, se llenaba la morcilla.
Se despidió Johannes de Conrada preguntándole si vendría el año que viene. Conrada le dijo que sí, que no faltarían los de la Asociación Santa Engracia de Azuelo al Mercado porque agradecemos el cariño y confianza con que nos acogen los de Bargota siempre que vamos a su pueblo manteniendo una estrecha relación de amistad entre dos pueblos vecinos.