LAS SALINAS DE AGUILAR DE CODÉS
Aguilar de Codés es nuestro pueblo vecino por el oeste. La relación entre Aguilar y Azuelo ha sido fluida a través de la historia, hasta hubo una época en que Azuelo perteneció a Aguilar.
El río Linares o Salado, que nace en Aguilar es el que riega nuestras huertas y poco a poco va descendiendo por el valle hasta llegar al Ebro en Mendavia. En la antigüedad, en tiempo de los romanos, nuestro río no sólo llegaba al Ebro, sino que llegaba mucho más lejos, cuarenta km. más; llegaba hasta Calagurris, la actual Calahorra. El Linares abastecía de agua a la Calahorra romana. ¿Qué cómo pasaba el Ebro, ya que Calahorra está en su margen derecha? Pues, muy fácil, al estilo romano, a través de un acueducto del cual aún se pueden ver sus restos restaurados en la carretera que va de Mendavia a Lodosa.
Los romanos no sólo utilizaron el agua del Linares para beber, sino que de este río sacaron también un tesoro para ellos, como era la sal. La sal era un producto muy valorado por los romanos, ya que entre otras cosas les permitía conservar los alimentos, carnes y pescados, en salazón. Tanto era así que a los legionarios romanos se les pagaban sus servicios con cantidades de sal. De la palabra sal se deriva la palabra salario, que es la asignación que hoy en día recibe un operario por su trabajo.
Aguilar llegó a tener hasta cuatro explotaciones de salinas, dos en término del monte y dos en El Cañucal, término junto a la carretera, a tiro de piedra de Azuelo. De las cuatro explotaciones, hoy solamente queda una en activo, dos de ellas han desaparecido y de la otra solamente quedan las ruinas.
La mayor explotación fue la que está más cercana a Azuelo y que nosotros hemos tenido como propia por su proximidad al pueblo y porque sus propietarios durante muchas generaciones han sido de Azuelo. Esta explotación, denominada Salinas de San José, cuando dejó de producir sal se transformó en una fábrica de lejía y actualmente está abandonada, sólo se conserva un pequeño edificio, el pozo de almacenamiento del agua salada y los restos de algunas eras. Le hemos tenido siempre tanto cariño a estas salinas que todos los años las representamos en nuestro Belén Monumental, el único belén en el que hemos visto que se representan unas salinas.
Hoy las únicas salinas que están en explotación son las de Luis Díaz de Cerio a la orilla del monte de Aguilar. El agua de estas salinas se saca de un pozo salado y desde allí se lleva a otro gran pozo donde se almacena este agua para después verterla en las eras en los meses de verano donde se deja unos días para que se vaya evaporando y quede la sal cristalizada, para agilizar la cristalización de la sal se remueve el agua de las eras, cuando ya está las sal hecha se recoge y se almacena para su distribución.
En las salinas de Luis aún se conservan el fuste terminado en horquilla del ”cigüeño” o “cigoñal” donde se apoyaba la pértiga o caña a cuyo extremo se ataba el cubo para sacar el agua del pozo salado desde hace cientos de años, el canal por el que se llevaba el agua hasta el pozo de almacenamiento y restos de eras de la época romana; canal, pozo y eras romanas tienen el fondo empedrado para evitar las filtraciones del agua. Aunque estas instalaciones ahora aún están bien conservadas solamente tiene Luis media docena de eras en producción, ya que, como él dice y es verdad, solamente hace sal para él y sus amigos.
Luis es el único artesano que queda en nuestro valle y no estaría de más que la “Administración Foral” se dignase en favorecer, conservar y subvencionar esta actividad, que le dio mucha vida al valle y que el día que Luis, ya con muchos años, no pueda ir a sus salinas, será un indicador más de que la vida del valle se apaga. ¡Ojalá se haga la luz que parece verse en lontananza y Carlos, el sobrino de Luis, releve a su tío en este trabajo aunque sólo siga haciendo sal para él y sus amigos!.